15 de marzo de 2009



 BREVES REFLEXIONES SOBRE EL ARTE


El arte convierte la realidad en mito y a partir de esto unifica las experiencias y expresiones de una cultura dada a partir de una síntesis sublime de todos los aspectos que hacen a la realidad material pero que se encuentran inconexos en la cotidianeidad.


Los hombres corrientes viven en una exterioridad perpetua, de allí el culto de la acción propio de nuestra época desespiritualizada y maquinal; el artista vive en la interioridad  y extrae de los mas profundo de si mismo las experiencias e intuiciones que constituyen su obra.


La obra adquiere para los artistas verdaderamente demiurgicos un acento de realidad superior a los hechos cotidianos hasta el punto de que estos dejan de habitar el mundo corriente y se encierran a contemplar su microcosmos hasta que mueren.





Las grandes ficciones atraviesan la historia y el espacio modificando la realidad externa merced a la potente voluntad del artista creador.


La verdadera función del arte es ser derrotado por la fuerza del tiempo que todo lo arrastra en su destrucción pura.  Es la ilusión de eternizar un fragmento de lo real lo que origina la obra de arte, el creador olvida que esa materia con la que modela su obra es también perecedera y también morirá.


El lenguaje es en verdad un sistema del cual los hombres no pueden salir jamás. Entre el mundo y la conciencia humana se abre un abismo abisal ante el cual los hombres fabrican sus grandes relatos con los que buscan dominar el mundo y controlarlo a través de las palabras. La verdad permanece inaprehensible. Los dos grandes relatos sobrevivientes en la modernidad: la ciencia y el arte.





Ser americano implica ser capaz de realizar la síntesis entre el legado del viejo mundo y la exuberancia vital de la naturaleza indómita. Lo verdaderamente inhumano es esa naturaleza no sometida por la maquina y la razón y que escapa a las cadenas de la modernidad hasta el punto de imponer su atavismo a los hombres y mujeres que la habitan. 


El artista es aquel capaz de mantener la tensión entre esas dos fuerzas antagónicas y salvajes de la civilización y la barbarie sin caer bajo el dominio de ninguna de ellas. El cuerpo de su escritura es el escenario de esa lucha ancestral entre una naturaleza indómita y una civilización envejecida y agónica.

Somos al decir de Fernando Pessoa cadáveres postergados que procrean y como tales vagamos por el mundo como vagas chispas encendidas sin motivo hasta que nos vamos apagando en el silencio del universo indiferente.  


El arte es esencialmente una conjura mágica contra la muerte que sella nuestra jornada en el silencio: porque como lo afirma Hamlet en sus últimas palabras lo demás es silencio. 



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