9 de julio de 2010



CONSIDERACIONES ACERCA DEL REINO DE SODOMA

En su curso "El poder psiquiatrico" de 1973 dado en el College de France y recientemente publicado por el Fondo de Cultura Economica, Michel Foucault afirma que "el poder disciplinario tiene la doble propiedad de ser anomizante, vale decir, de poner siempre a distancia a una serie de individuos, exponer la anomia, lo irreductible, y de ser siempre normalizador, inventar siempre nuevos sistemas de recuperación  restablecer siempre la regla. Los sistemas disciplinarios se caracterizan por un trabajo constante de la norma en la anomia."

Podemos inferir, a partir de lo afirmado anteriormente por Foucault, como el homosexual postmoderno, constituido en sujeto de interdicción desde la fundación de la palabra que lo nombra a mediados del siglo XIX, se encuentra hoy encapsulado en un sistema de registro y poder, que lo conmina en silencio a deshacer su plenitud de deseo, a fin de volverse objeto útil en la reproducción del capital y en la perpetuación de una hegemonía fundada en el control médico sobre los cuerpos.

Su deseo que emerge como ímpetu sin rostro lo constituye en su ser. Su pulsión lo nombra y condena al mismo tiempo en un espacio marginal y locuaz de perdición y sentido.

El poder en el mundo moderno se estructura a partir del dominio de una mirada racional y aséptica en la superficie e ideológica y reificadora en lo profundo que, fundada en la exclusión de las pasiones y lo irracional de la conciencia humana, se articula a través del registro estadistico en una disciplina de los cuerpos y un control de las poblaciones.






Los intentos del romanticismo alemán por hacer visible el núcleo psicótico de las acciones humanas en su carácter inconsciente e imprevisible se desvanecen en una postmodernidad neoclásica donde la autoridad medica se vuelve monopólica y las contradicciones del espíritu se reducen a trastornos físico químicos pasibles de domesticación.

Ese poder que vela su carácter moral y subjetivo a través de la mistificacion de la razón objetiva encuentra en la sexualidad alterna un problema en tanto afecta la reproducción de la sociedad y pretende escapar en lo inasible de su goce al afán de registro y disciplina corporal.

La ciencia entonces vuelve al homosexual un ser locuaz y atrapa esa vivencialidad del deseo para convertirlo en un objeto de medicalización, a partir del contingente de una enfermedad corporal, que devenida en virus y atravesada por un discurso moral, circula en el torrente sanguíneo destruyendo el sistema inmunológico y estigmatizando toda práctica sexual heterodoxa. 

Tras la cosificación sobreviene la reificación del código de registro. El deseante idolatra la tabulación burocrática que lo encasilla y se confiesa al mundo en su ser en tanto homosexual.

El carácter dúctil y contingente de la pulsión sexual es constreñido por la cristalización de una de sus formas hasta convertir el deseo en una fuente de obediencia y consumo.

El homosexual, como el fetichista, encuentran su lugar en el mercado, solo a partir de la oclusión y enclaustramiento de su pulsión en una forma concreta y útil para una propaganda comercial que se dedica exclusivamente a satisfacer con mercancías lo que solo el amor puede realizar plenamente en el sujeto. 


Convertido en maquina consumidora y productora de bienes de intercambio ve sus deseos trocarse en mercancía y registro burocrático mientras su cuerpo es domesticado en una virtualidad tecnológica que lo deshumaniza y aliena alejándolo de sus sueños sublimes para ser engranaje ciego de un sistema de reproducción social y económica. 



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